Los sevillanos pensábamos que habíamos inventado las colas eternas durante la Expo’92. Sin embargo, como suele ocurrir con las ideas innovadoras, ya hubo uno al que se le ocurrió hace 2.000 años: Qin Shihuang, el primer emperador de China.
El mayor atractivo turístico (el económico son las más de 20 universidades) de la contaminada ciudad de Xi’an es el ejército de terracota. El mausoleo del cabroncete de Qin contiene unos 8.000 guerreros de tamaño natural repartidos en tres naves. El lugar fue descubierto en 1974 por unos agricultores que intentaban hacer un pozo, los cuales, como aún siguen vivos, actualmente se pasan el día rascándose la barriga y firmando autógrafos en el museo. La nave principal tiene actualmente esta pinta:
Los amantes de los puzzles tienen trabajo asegurado en este museo, ya que se estima que quedan unos 6.000 muñequitos por desenterrar, todos rotos. No obstante, fuera del museo hay unos 100 millones más, fabricados en serie para las masas de turistas, por lo que sería más fácil simplemente poner alguno de los nuevos (aunque no descartaría que ya lo estén haciendo para ir adelantando trabajo). De hecho, parece que no hay mucha vigilancia y tampoco se nota mucho si se llevan algunos guerreros de gira.
Cerca de la tumba, se encontró en 1981 un par de carruajes de bronce muy detallados, con adornos en oro y plata.
Por supuesto, para que la cosa venda, hay que inventarse una buena historia, incluyendo personajes secundarios, con una tumba improfanable protegida por ríos de mercurio, que aún no ha sido abierta «porque la tecnología actual no lo permite». Después se consiguen unos cuantos guías convincentes que manipulen a los visitantes para que compren los «guerreros auténticos», es decir, los que se fabrican en la tienda oficial del museo y que cuestan 10 veces más que en la calle. Y voilá, ya tienes una de las maravillas del mundo, haciendo que Xi’an aparezca en el mapa.