Los veranos muniqueses se caracterizan por ser templados, húmedos y tormentosos. Es muy normal que un día soleado con 35°C derive (por la regla de L’Hôpital) en una apocalíptica tormenta de granizo. No somos pocos los que alguna vez hemos tenido que huir de una barbacoa corriendo, con la guitarra empapada bajo el brazo. No en vano, los meses de verano en München son los más lluviosos y dan pie a largas disertaciones sobre la meteorología en el ascensor y a la hora de comer.
Una tormenta veraniega se caracteriza por súbitas nubes viniendo de los putos Alpes que forman una cortina de agua visible desde varios kilómetros. Vienen acompañadas de relámpagos, para acojonar más.
Cazar relámpagos es una tarea lenta, basada puramente en la suerte y la paciencia. De 500 fotografías en una tarde, sólo en 4 se ve claramente algún rayo.