Leyendo el larguísimo y fascinante libro «How the mind works«, del profesor de Psicología Steven Pinker, he dado con un capítulo en el que trata la consanguinidad y las relaciones que provoca. Según el autor, los animales tienen tendencia, por motivos biológicos, a proteger a los que llevan sus mismos genes -o una parte muy significativa- para maximizar las probabilidades de que parte de su propio genoma pase a las siguientes generaciones. El ejemplo más extremo se da en las hormigas y abejas que, exceptuando a la reina, no tienen descendencia y dedican toda su vida a defender y alimentar a sus hermanas.
Este conjunto de parientes de sangre que se protegen y apoya, más conocido comúnmente como familia es, por su existencia espontánea y natural, un peligro para los gobiernos, que pierden parcelas de poder o se encuentran con antagonistas poderosos en forma de dinastías. Es el caso de los Médicis, Habsburgos o Austrias, Árpád, Wittelsbach o Bobones, ejemplos de familias europeas, o las surgidas en el siglo XX al otro lado del océano: Rockefellers, Kennedys, o los ficticios Corleone de El Padrino y los Darlings de Dirty Sexy Money. Todas estas familias mantuvieron y engrosaron sus posesiones comportándose como empresas sin juntas de accionistas, concentrando la riqueza en el primogénito, arreglando matrimonios con familias rivales para convertirlas en aliadas e introduciendo representantes en el poder, que estaba regentado normalmente por otra familia, caso de las monarquías. A pesar de lo anacrónico que parece, aún hoy día existe gente que busca matrimonios con familias o apellidos concretos, independientemente de las personas que los lleven.
Pinker incluye en el grupo de sociedades interesadas en el desmembramiento de la familia a las religiones: una persona sin protección familiar es una presa fácil de las sectas. Para remarcar este punto, cita a Mateo 10. 34-37, que dice así:
34 No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada. 35 Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra; 36 y así, el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa. 37 El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí.
El que habla es Jesucristo. Resultaría paradójico que el cristianismo, con semejante declaración en su libro sagrado, se declarase defensor de la familia y de la paz. Aunque ya se sabe que el contenido de los libros no históricos depende de la interpretación que se les quiera o convenga dar.
Para terminar de forma completamente inconexa, aquí van tres versiones de la canción Getsemaní del musical Jesucristo Superstar:
En español, a cargo de Camilo Sesto
En inglés, por Ted Neeley
En húngaro, cantado por Feke Pál